CRÍTICA Y AUTOCRÍTICA PARA CORREGIR DESVÍOS


El traspié electoral del FA tiene su costado positivo; tenemos que rescatar que la discusión política se viene dando a varios niveles, y que como buen resultado de este ejercicio intelectual, los boletines, páginas Web, redes, periódicos y otros medios de comunicación de la izquierda, se han transformado en foros de interesantes análisis con respecto a lo que fue nuestro primer gobierno, su relación con la fuerza política y social que es su sustento, etc. Lo que nos ubica ante el hecho positivo de que se va recomponiendo, en el terreno de la izquierda, la capacidad de teorizar y con ello recuperar para las fuerzas del cambio lo que nunca debió perderse: el pensamiento crítico y autocrítico. No importa cuan certeros, coherentes y lógicos sean estos análisis –ello dependerá entre otras cosas de qué método se utilice como herramienta de estudio y de cuan conectado esté cada uno con la realidad- lo importante es que haya discusión e intercambio fraterno, porque de esa discusión surgirá la síntesis que nos conduzca por el mejor camino.
Analizando los procesos de cambios multiformes en América Latina, las tesis de nuestro Partido señalan que “La característica común, es que estos nuevos procesos no cuentan con el factor subjetivo suficientemente desarrollado como para asegurar los cambios y su profundización. Sobre esta debilidad opera el imperialismo buscando cooptar o cortar los procesos en curso”.
Conocer el grado de desarrollo del “factor subjetivo” -que no es otra cosa que conocer el estado de nuestra propia condición, de nuestra capacidad real para constituirnos en una fuerza capaz de disputarle el poder a la clase dominante- es lo que nos permite dilucidar teóricamente en que estado nos encontramos y lo que podemos llegar a ser bajo determinadas condiciones objetivas, en una perspectiva de largo alcance. Es lo que nos permite de alguna manera darle una perspectiva a la lucha y un objetivo a la conquista del poder. Porque una cosa es clara, hasta que el capitalismo no sea derrocado por la clase obrera, éste siempre encontrará salida incluso a la crisis más profunda. El destino de la sociedad no se decide mecánicamente por el juego de las fuerzas económicas, sino por la lucha de clases, en la cual, la organización, la conciencia y la dirección juegan un papel decisivo.
LO SUBJETIVO SE DESARROLLA
En la dialéctica de la revolución, que consiste en la relación que se establece entre las condiciones objetivas y las subjetivas, es absolutamente indispensable promover el desarrollo de estas últimas, rompiendo la “normalidad” de las conductas que se desarrollan en la sociedad, que generalmente se siente cómoda en medio de la más inmovilizante alienación (“tinellización”), y que le teme a su propia liberación. No es suficiente con que las condiciones objetivas favorezcan la posibilidad (e indiquen la necesidad) de una verdadera revolución social. Sin factor subjetivo, sin hombre, sin mujer, sin el ser humano consciente, no hay cambios profundos. Y para ello es necesario desarrollar la discusión, y fundamentalmente, cuando se está en el gobierno, la crítica y la autocrítica. Porque de otra manera, lo que generamos son meros espectadores, cuando lo que necesitamos es una ciudadanía activa y consciente, que no solo considere necesarios los cambios sino que se comprometa con ellos y que participe en la concreción de los mismos.
No se trata de practicar una autoflagelación pública ni de un acto de contrición. En el caso uruguayo se trata de ver con espíritu crítico los pasos de la mayor y más importante organización política del país, y que nada menos se encuentra ejerciendo el gobierno por segunda vez en la historia.
EL EJEMPLO DE FIDEL
Es bien interesante leer lo que dice Fidel sobre la crítica y la autocrítica a Ignacio Ramonet en la entrevista que éste le hiciera en el 2006 y que fuera publicada bajo el nombre de “Fidel Castro – Biografía a dos voces”. Allí el líder cubano se opone a la idea de que la crítica pública pueda ser utilizada por el enemigo. Nos dice Fidel: "Nosotros confiábamos en la crítica y en la autocrítica, sí. Pero eso casi se ha fosilizado. Ese método, tal como se estaba utilizando, ya prácticamente no servía. Porque las críticas suelen ser en el seno de un grupito; nunca se acude a la crítica más amplia, la crítica en un teatro por ejemplo, con cientos o miles de personas. Hay que ir a la crítica y a la autocrítica en el aula, en núcleo y después fuera del núcleo, en el municipio, y en el país. No tengo miedo de asumir las responsabilidades que haya que asumir. No podemos andar con blandenguería. Que me ataquen, que me critiquen. Sí, muchos deben estar un poco doliditos... Debemos atrevernos, debemos tener el valor de decir las verdades. No importa lo que digan los bandidos de afuera y los cables que vengan mañana o pasado comentando con ironía... Los que ríen último, ríen mejor.
Y esto no es hablar mal de la Revolución. Esto es hablar muy bien de la Revolución, porque estamos hablando de una revolución que puede abordar estos problemas y puede agarrar al torito por los cuernos, mejor que un torero de Madrid. Nosotros debemos tener el valor de reconocer nuestros propios errores precisamente por eso, porque únicamente así se alcanza el objetivo que se pretende alcanzar”.
EL EJEMPLO DEL CHE
Silvio Rodríguez ha dicho: “Del Che siempre me agradó la intransigencia con el acomodamiento y con el oportunismo. Para mí su legado esencial, como Homo sapiens, es su sentido autocrítico”. En el 43 aniversario de su asesinato, es bueno recordar su palabra.
En “el socialismo y el hombre en Cuba”, el Che se refiere en un pasaje a la relación entre el gobierno y el pueblo: “…la masa realiza con entusiasmo y disciplina sin iguales las tareas que el gobierno fija, ya sean de índole económica, cultural, de defensa, deportiva, etc. La iniciativa parte en general de Fidel o del alto mando de la Revolución y es explicada al pueblo que la toma como suya. Sin embargo, el Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones se produce, se nota una disminución del entusiasmo colectivo por efectos de una disminución cuantitativa de cada uno de los elementos que la forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes; es el instante de rectificar”. Es decir, el Che nos habla de la relación permanente que debe existir entre gobierno y pueblo, esa ida y vuelta que permite percibir constantemente si vamos en el rumbo correcto, y corregir lo que sea necesario corregir.
Y también es autocrítico con la forma en que el gobierno revolucionario intenta resolver esas contradicciones entre lo que resuelve y lo que el pueblo percibe o piensa: “Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar una sucesión de medidas sensatas y que falta una conexión más estructurada con la masa. Debemos mejorarla durante el curso de los próximos años pero, en el caso de las iniciativas surgidas en los estratos superiores del Gobierno utilizamos por ahora el método casi intuitivo de auscultar las reacciones generales frente a los problemas planteados”. Y en otro artículo (Lo que aprendimos y lo que enseñamos), anterior al triunfo de la revolución, explica que esa relación entre dirigentes y masa no es una actitud demagógica sino una necesidad. “No significa esto el uso de tácticas demagógicas como expresión de habilidad política; no investigamos el sentimiento de las masas como una simple curiosidad científica, respondemos a su llamado, porque nosotros, vanguardia combativa de los obreros y campesinos que derraman su sangre en las sierras y llanos de Cuba, no somos elementos aislados de la masa popular, somos parte misma del pueblo. Nuestra función directiva no nos aísla, nos obliga”.
Y en su discurso al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Central de las Villas decía: “…hay que pintarse de negro, de mulato, de obrero y de campesino; hay que bajar al pueblo, hay que vibrar con el pueblo”.

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